Esta historia, que sucede más habitualmente de lo que uno cree, se divide en tres actos.
Primer acto: los protagonistas de un accidente automovilístico suelen intercambiar los datos sobre sus vehículos y de las pólizas contratadas ante las correspondientes compañías aseguradoras.
Segundo acto: cada uno de los conductores acude luego a
su compañía aseguradora o bien a la del otro actor para efectuar el reclamo por los daños producidos en el accidente. En no pocos casos, los protagonistas se encuentran con que la póliza o ambas pólizas no están inscriptas ante la compañía por parte del "productor" que la vendió, o bien la empresa no la confeccionó y, por lo tanto, el beneficiario nunca recibió una copia de ese documento.
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